Espero que todos ellos sean dignos… sin duda debemos entrenarlos.
 
Años atrás fui el capo de capos, ahora trato de redimir mis pecados. Me convertí en un vigilante, en un proveedor de salvación para esos seres que piensan que ya no tienen esperanza. No me importa trabajar en la sombra… después de todo, ese siempre fue mi apodo.
 
—Don Roland lamento llamarlo por esto. Pero Dante y Enrique hicieron una travesura que le costará al colegio dinero.
—No se preocupe profesora. ¿Qué hicieron mis hijos?
—Marcaron todas las ventanas del jardín señor, el marcador ha sido complicado quitar, toca contratar a una persona para que quite los muñecos, casas, edificios, carros, árboles, hasta caballos que hicieron en cada una de las ventanas —quería reírme, estos intrusos serán jodidos los carajitos.
—Ya salgo a buscarlos. Tranquila profesora, yo ya tengo a dos personas que harán ese trabajo.
—Eso es una buena noticia. Victoria y Liam no participaron —en esta ocasión, si Dante se lo propone los convence.
—Al menos —colgué, Verónica salía del despacho, al mirarme se acercó.
—¿Qué pasa?
—Amor empácame el almuerzo de Dante y Enrique, también refrigerio para ellos y para mí. Acompáñame a ver lo que hicieron nuestros hijos, tú te regresas con dos y yo me quedaré hasta que intruso uno y dos limpien todas las ventanas que adornaron —sé que marcadores utilizaron, los que no encontré esta mañana, esos solo quitan con un líquido especial, debo llevarles guantes y tapaboca. ¡Ni crean esos carajitos que harán lo que se les da la gana!, solo tienen cinco años. Pero debo encaminarlos, cada uno tiene una habilidad y debo confesar que el atravesado es Dante… es increíble ver crecer una copia idéntica a ti, pero es mi deber orientarlo.
 
La nueva organización ha sido el camino para limpiar nuestras almas. Algo que con orgullo puedo dejarle a mis hijos y sobrinos. Sin duda, es momento de entregar nuestro legado…