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Es imposible no acordarme a diario de ella. Desde que estamos de nuevo en el mismo círculo de amistades ha vuelto a ser mi anhelo, a ser esa Brisa fresca que alegra mi mañana, la misma que se agradece en una tarde calurosa. Eso es, sin duda alguna, Blanca Varela en mi alma.


No es fácil verla feliz en su matrimonio, y para mi desgracia, a su lado está un hombre que la ama de la misma manera en que yo lo hago. Ya no viene al caso aclarar esos hechos del pasado. Pero duele verla y no tenerla, siento celos cuando no debo, me aferro a toda mi cordura para no arrancarle las manos al hombre que tiene todos los derechos sobre su cuerpo Yo solo me puedo conformar con tenerla en sueños. No solo por mi pasado iré al infierno, sino también por desear tanto la mujer del prójimo.


¡Por una vez!, por esta vez David —me recriminé mientras caminaba detrás de ella. No demora Alejandro gritarme para ir a tocar—. Blanca llegó a la barra de los licores, ahora es el momento. Me envalentoné y llegué a su lado, mi excusa es pedir las cervezas.
—Un whisky, por favor —le pidió al barman.
—A mí cuatro cervezas, por favor —desvió la mirada—. Blanca.
—Parece que hoy ha sido el día en el que te diriges a mi —su reclamo tiene mucha justificación.
—Sé que muchas cosas no quedaron claras y ya no viene al caso hablar de ello, pero si quiero decirte que nunca fuiste un juego. Y solo por hoy, te irrespetaré un poco. La canción que cantará Alejandro apenas subamos a la tarima es para ti —esos ojazos cafés y esos labios que siempre lucen pintados en tono fuerte que siempre me hace agua la boca se abrieron, su mirada era de asombro absoluto.
—David…
—Nunca más volveré a pasar la línea, eres una mujer casada y respeto eso. Pero esa letra dice lo que fue, es y será nuestra historia de amor. Hasta el nombre de la canción nos hace el honor —tomé las cervezas y me dirigí a la tarima. Ya llegó el momento, que al menos sepa que no fue un juego. Sin duda ella es esa herida la cual nunca sana.

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