Todo lo que he pasado para mantenerla con vida y ella simplemente se hace la orgullosa, ¡pues no! No permitiré que me aleje de mi hija, tampoco que me aleje de su familia, que también es la mía.
—¿Estás seguro? Mañana es tu boda y si le pongo una foto tuya a la novia la desintegra con solo mirarla —Megan se comía las uñas—. ¡Ya no tengo uñas!, toda esta locura va a cambiarme el color de mi cabello a verde y serán canas naturales a mis 26 años —sonreí ante su comentario, pero era cierto, mañana es el día de mi matrimonio y toda la prensa estará presente dado que soy “el gran Dylan Miller”—. Sí te has dado cuenta ¿verdad? —estábamos en La Arbolada—. Tienes todo listo menos a la novia.
—Mañana lo solucionaré.
—¡Mañana te casas a las diez! —a mi manager la estaba llevando a un ataque de nervios, sonreí.
—Descansa, salimos temprano para La Sabanera.
—Ella no quiere verte, ¡Dylan! ¿Qué parte de no eres su persona favorita no entiendes?
—Megan, llama a todas las damas de honor, diles que estén arregladas en La Sabanera, también que esté Danna, a todas las necesito a las seis de la mañana, esa es tu última misión en este plan —se levantó de la silla nada convencida—. Yo no di mi salto de fe sin tener la certeza de que ella me perdonaría, Cata y yo somos uno.
 
Todos habían llegado desde la madrugada en la hacienda de Rafael, sus miradas son de temor, hasta Betty está temerosa. Sin previo aviso ingresé al cuarto de mi Bodoque, me sintió, se levantó de la cama, su vientre un poco más abultado se le ve tan bello, al igual que ella, pero su mirada… literalmente me odia, saqué la carta que le había escrito.
—Ódiame después de leer esto —le mostré la carta—. No seas tan infantil Catalina Suárez, no es mi problema que tú jamás hayas creído en mis palabras cuando te decía qué Solo tú eres importante, qué Solo yo puedo tocarte. Ahora demuestra lo que tanto pregonas y arriésgate a tener un Solo nosotros…