Ya no creo en las lágrimas de las mujeres, ni en esas miradas brillantes, o en las atenciones y los sonrojos eventuales, todas son falsas. Sé que debo casarme, pero esta vez será solo para procrear, no volveré a caer en el traicionero sentimiento del amor, ya no. Además, soy consciente que ninguna dama me amará, no lo harán, soy consciente, me miran con asco. Ella lo hizo, mi ex esposa…   
No, ese Brian soñador de un pasado y que mi hermano quiere que vuelva ya no vive dentro de mí, desapareció hace muchos años. Por eso una esposa solo me sirve para mantener fuerte mi legado, mi apellido y el título de marques Headfort.
 
—¡Qué alegría que sea usted milord! —miren nada más a quién tengo al frente—. Nuestro carruaje se averió y no sé que tan lejos estemos del Castillo de Montrose. ¿Podría llevarnos? —miré hacia el carruaje averiado, vi la pierna de un hombre, esta mujer es insaciable. Por eso se adelantó… pues que se quede con su amante.
—¿Qué le hace pensar que la llevaré?
—¿Disculpe?
—Lo siento… ¿Milady? Tengo prisa y parece que va a nevar. Con permiso —toqué el techo de mi carruaje y el cochero continuó el camino. Ella sí que es peligrosa, pero la deseo, todo esto se me pasará cuando logre meterme entre sus piernas. Será el fin de mi obsesión.